Dobla la percha de forma que puedas colgar el pato de ella. Hierve agua con vinagre, introduce el pato en esta mezcla durante 5 minutos y después, sécalo con un paño.
Tritura la canela, la sal, los clavos de olor, las semillas de hinojo, la pimienta de Sichuan y el anís estrellado, y frótalos en el interior del pato.
Clava con cuidado una bomba para inflar globos bajo la piel del pato y empieza a bombear para que la piel se separe de la carne. Esto hará que el pato esté especialmente crujiente más tarde.
Cuelga el pato con palillos chinos de una caja de cartón grande y coloca un plato o similar bajo el pato. Finalmente, pon a secar el pato con un ventilador. La piel ha de estar lo más seca posible para que luego el glaseado se adhiera bien.
Para el glaseado, mezcla agua, miel y vinagre, y déjalo enfriar.
Unta el pato con el glaseado y ponlo a secar con el ventilador. Unta el pato de nuevo con el glaseado y ponlo a secar de nuevo. Repite este procedimiento a las 5 horas de nuevo y deja el pato secar preferiblemente durante la noche. Al final la piel debe quedar cubierta con una capa gruesa de glaseado y tener un tacto como de pergamino.
Cuelga el pato durante 2 horas a 160 °C dentro del horno con la circulación de aire activada. Finalmente, sube la temperatura a 200 °C y sigue horneando el pato hasta que la piel esté bien crujiente. Por último, puedes servir el pato como prefieras. Tradicionalmente, en la cocina china se acompaña de tortitas chinas al vapor con salsa hoisin y cubiertas de cebollas tiernas, tiras de pepino y trozos crujientes de pato pekinés. Luego se dobla todo y se come.